Pere Joan Cardona
¿Cuál es el mapa actual de la tuberculosis a escala global?
La tuberculosis es una enfermedad que tiene la característica de que, una vez te infectas, no la desarrollas, formas lo que se denomina la infección latente. Es muy discreta, pasa desapercibida, y este es su gran triunfo. Actualmente un tercio de la humanidad está infectado y prácticamente diría que el 99% de la gente no lo sabe. De este tercio, un 10% desarrollará la enfermedad, y esto quiere decir que actualmente, cada año se generan diez millones de casos nuevos de tuberculosis en todo el mundo y alrededor de unos 1,8 millones de muertos.
¿Y la situación se complica?
Sí. Para hacerlo todavía más complicado tenemos un problema que en los inicios del tratamiento con antibióticos no teníamos, y es que han aparecido cepas multirresistentes. Cada año se generan unos 400.000 casos de estos. Son gente que no se podrá tratar nunca. Ahora bien, como las formas multirresistentes normalmente tienen una progresión más lenta, esta gente estará crónicamente enferma e infectará a mucha más gente. O sea, tenemos un panorama bastante complejo.
¿Cuáles son los países que lo sufren más?
Como países que son puntos calientes tenemos la India, que tiene una alta incidencia de tuberculosis y mortalidad, pero quizás el país que tiene el peor panorama es Sudáfrica porque hay un 80% de población que está infectada por tuberculosis pero hay un 30% de prevalencia de VIH. El sida multiplica casi por cien la probabilidad de generar tuberculosis activa una vez te hayas infectado.
De acuerdo con la Generalitat en Catalunya la situación es correcta, con 18 casos por cada 100.000 habitantes...
Sí. La ventaja que hay aquí es que tenemos un buen sistema de salud, muy costoso, que se dirige a los puntos calientes de tuberculosis dentro de Cataluña, básicamente en zonas como el Raval, en Barcelona, donde hay una incidencia de 150 por 100.000, casi diez veces más. Se tienen que identificar los puntos de riesgo siempre. No se puede decir que globalmente tenemos un 18 por 100.000 porque si miras la incidencia global a escala mundial te encontrarás números aceptables, pero existen puntos calientes. Nosotros tenemos nuestro punto caliente, que es el Raval, y hace veinticinco años que hay un equipo que se dedica constantemente a identificar estos casos, luchando de manera activa. Imaginémonos si no hubiera esta acción activa. La tuberculosis necesita, ante la discreción de la enfermedad, políticas muy activas para su identificación, diagnosis y tratamiento.
En Cataluña, ¿se hacen estas políticas activas?
De momento, afortunadamente, se hacen, y espero que no se recorten porque hay cosas que tienen más peligrosidad que otras. Si tú recortas un programa como el que tenemos ahora se puede disparar el problema de forma preocupante, y entonces tienes un problema mucho más grande. Por ejemplo, evitar el tratamiento de inmigrantes sin papeles es como echar gasolina al fuego, tienes una altísima probabilidad de que de aquí a cinco años tengas un problema de tuberculosis enorme en toda la población.
¿Las condiciones socioeconómicas son, pues, importantes?
El problema es que tú puedes tener la manera de diagnosticar, de tratar y de prevenir la enfermedad, por lo tanto tienes que hacer un enfoque muy multidisciplinario. Pero has de fortalecer a aquel que sufre la enfermedad dándole unas buenas condiciones socioeconómicas y tienes que tener un buen sistema sanitario que, a la vez, esté atento. Si no hay un buen sistema sanitario esto se dispara.
¿Los niveles de infección en Cataluña son aceptables?
Todo es relativo. En Sudáfrica la incidencia es de 900 por 100.000 habitantes, pero globalmente en Europa es de unos 20 por 100.000 habitantes, que es aceptable, y en los Estados Unidos es de 6 por 100.000 habitantes. Son términos relativos; pero quiero decir que hay puntos calientes que se tienen que identificar y combatir.
Con todo, socialmente parece que la idea general es que la tuberculosis ya no existe, de enfermedad del pasado...
Exacto, como si no existiera. Este es uno de los grandes problemas. La cuestión es que tiene que haber una implicación social. Así como con el VIH hubo una gran movilización porque se afectaron sectores de la sociedad activos, la tuberculosis es una enfermedad que afecta a sectores de la sociedad menos pudientes y económicamente menos fuertes y, por lo tanto, queda muy discreto. De todas maneras, en nuestra Unidad de Tuberculosis Experimental vemos que en realidad el concepto de unir tuberculosis y pobreza es un poco erróneo.
¿Por qué?
No se necesita un factor de riesgo para infectarse. Cualquiera se puede infectar, eso está claro, la vía de infección es aérea, no sabes nunca quién te ha infectado. Este es el primer punto. No tienes que estar inmunodeprimido para infectarte, ni mucho menos. Pero es que, además, hasta ahora en un 10% de los casos se generaba la enfermedad y esto estaba ligado a un cierto tipo de inmunodepresión, pero ahora vemos que sí se puede unir el sida a ciertas condiciones de estrés, etcétera, pero en realidad hay un tema genético de la misma persona que favorece que se genere la enfermedad y que todavía no sabemos qué es. Es un tema relacionado con una hiperreactividad contra el bacilo, estamos intentando identificar estos factores y esto está relacionado con una cierta superactividad contra el bacilo.
La aparición de nuevos fármacos en los últimos años está parada.
En los últimos años tenemos un problema importante. Parece que hay un agotamiento del modelo antibiótico contra la enfermedad. No hay nuevos fármacos. Quizás sí que existen las dianas donde se tendría que actuar, pero tenemos muchos problemas de biodistribución de los fármacos y por eso se ha apuntado el tema de la nanotecnología para intentar ser mucho más sutil a la hora de administrar los fármacos y que vayan realmente al lugar donde hacen falta, evitando toxicidades.
¿Y qué otros problemas se presentan?
Hay una falta de modelos de laboratorio que sean predictivos, es decir, que puedan decir que esto funcionará con el humano. Eso eleva el riesgo a niveles importantes porque es la enfermedad infecciosa que tiene más riesgo en su desarrollo. La industria es reticente a invertir porque tiene muchos números de perder dinero, pero es que además la demanda social se dirige a zonas geográficas económicamente deprimidas y el retorno es difícil.
Entonces, ¿qué se puede hacer?
Lo que tendría que haber es un empuje público para intentar favorecer esto, que haya más inversión. Pero sin implicación social los políticos tampoco se mueven. Es una cadena, si no hay una implicación de la gente que el político administra, este no lo percibe como un problema y los políticos no harán nada.
¿Por eso usted defiende dar más visibilidad a los enfermos con el nuevo proyecto de la UOC?
Exacto. Se ha hecho un web como nuevo instrumento, que quiere hacer más visible la enfermedad, ser punto de unión entre profesionales y que los mismos pacientes sean visibles, en un web aparte en que se está trabajando, ONG com Planeta Salud.
En cuanto al nuevo curso, ¿qué contribución hará en este ámbito?
Es un curso dirigido a profesionales de todo el mundo. No existe ninguno similar, aunque había habido algo. Ahora tenemos esta oportunidad de hacer esto dirigido a todo el mundo, y lo que queremos realmente es dar herramientas para que el diagnóstico sea más efectivo y que permitan poner al día al profesional sobre lo que es nuevo en el campo de la tuberculosis. Hay un divorcio entre el mundo clínico -muy tradicional, donde parece que todo el mundo sabe qué es la tuberculosis pero no se diagnostica- y el mundo de la investigación, que es muy activo. Nos gustaría ser nexo de unión de los dos mundos, digerir toda la ciencia que hay para que se pueda aplicar más fácilmente al mundo profesional de la tuberculosis.
Contacto de prensa
-
Redacción