Una investigación revela el derroche de patrimonio del gobierno republicano en el exilio
Después de una investigación de dos años y medio en Madrid, México y Tel-Aviv, la profesora de los Estudios de Artes y Humanidades de la UOC Glòria Munilla, junto con Francisco Gracia, catedrático de Prehistoria de la UB y director del Grupo de Investigación sobre Arqueología Protohistórica (GRAP), ha presentado los resultados de una investigación que pone de relieve el uso que hizo el gobierno de la Segunda República de una parte del tesoro artístico y arqueológico del Estado español para su financiación en el exilio.
El resultado de la investigación se recoge en el libro El tesoro del «Vita». La protección y el expolio del patrimonio histórico-arqueológico durante la Guerra Civil, presentado el jueves 20 de marzo en Barcelona. El libro, según los autores, «pone al descubierto de forma incontrovertible que el gobierno de la Segunda República utilizó materiales y colecciones que formaban parte del tesoro artístico y arqueológico nacional para constituir un fondo de recursos destinados a financiar el exilio. La conversión de estos materiales y el uso dado a los fondos obtenidos demuestran una densa trama de intereses que dura desde el final de la guerra hasta la transición».
Sinopsis de los autores: polémica por los procedimientos del gobierno de Negrín
El tesoro del «Vita» es un libro polémico que, lejos de tendencias revisionistas que se afanan en tergiversar la historia de la Segunda República, la guerra y el franquismo desde presupuestos más ideológicos que historiográficos, realiza una investigación exhaustiva, detallada e incontestable que saca a la luz hechos escondidos durante muchos años por dirigentes republicanos, miserias personales, derroches y gestiones opacas de fondos públicos que empezaron justo iniciada la guerra, en verano de 1936, y que se fueron prolongando durante todo el franquismo hasta llegar a las elecciones de 1977.
El Vita es actualmente un yate de lujo que se puede ver anclado en el puerto de Nápoles, pero a finales de la guerra de España fue utilizado para trasladar una ingente cantidad de bienes públicos que los dirigentes republicanos, encabezados por Juan Negrín y Francisco Méndez Aspe, sacaron de España y posteriormente mandaron a México. Los profesores Gracia y Munilla también relativizan el supuesto altruismo y desinterés del gobierno mexicano del presidente Lázaro Cárdenas al recibir a los exiliados republicanos españoles, lo cual irritó considerablemente a la oposición conservadora mexicana y a la colonia de residentes españoles, la mayoría de ellos muy favorables a Franco. Cárdenas conocía perfectamente el contenido del Vita y, dada la delicada situación de la economía mexicana, tenía necesidad de su inversión en el país.
Una parte del cargamento del Vita estaba formada por fondos de la Generalitat de Cataluña. El tesoro de guerra del gobierno catalán fue entregado por Lluís Companys y Josep Tarradellas a Negrín, bajo coacciones, poco antes de cruzar la frontera francesa. El inventario detallado de estos materiales demuestra que también incluyeron piezas del patrimonio y bienes públicos catalanes susceptibles de ser convertidos rápidamente en recursos económicos, con el objetivo de que sirvieran como reserva monetaria de la Generalitat en el exilio. Gracia y Munilla narran cómo el gobierno de la República presidido por Juan Negrín, enterado de la iniciativa, exigió a la Generalitat la cesión de aquellos fondos a la hora de cruzar la frontera, con la promesa de que les serían devueltos una vez establecidos en París, promesa que no se cumplió nunca y que causó la ruina financiera de la Generalitat hasta el punto de que el presidente Irla tuvo que disolverla en los años cincuenta por falta de fondos.
Finalizada la guerra, y con la Segunda Guerra Mundial inminente, las dos grandes figuras republicanas en el exilio, el presidente Negrín y el dirigente del PSOE Indalecio Prieto, separados por profundas diferencias personales e ideológicas, dirigieron sendas asociaciones de ayuda a los refugiados españoles: el SERE (Negrín) y la JARE (Prieto), financiadas en buena parte por recursos propiedad del Estado que habían conseguido sacar del país durante la retirada. Ambos confundieron esos recursos de estado con recursos de los respectivos partidos, e incluso a menudo confundieron el límite de donde acababa el partido mismo y donde empezaba el propio terreno personal. La arbitrariedad fue, pues, el modus operandi en la distribución de esas ayudas, que se otorgaban según simpatías ideológicas: los comunistas y los anarquistas no recibieron ninguna; únicamente se distribuyeron entre gente de filiación socialista, y aún según el rango. En definitiva, el caso del tesoro del Vita demuestra el auténtico desmadre y falta de escrúpulos con que el resto del gobierno republicano gestionó patrimonio propiedad del Estado, vendido y derrochado para hacer frente a las necesidades pecuniarias de la élite exiliada.
Un capítulo aparte merece la propia historia del barco, que, después de luchar en la Guerra Civil, formó parte de la marina norte-americana y luchó en la Segunda Guerra Mundial, para protagonizar en 1947 –rebautizado como SS Ben Hetch y emulando la singladura del Exodus– un épico viaje de seiscientos supervivientes judíos de los campos de concentración alemanes a Palestina. Una vez reconocida la independencia del estado de Israel, el barco fue incorporado a la recién nacida armada israelí con el nombre de INS Ma’oz K-24 y participó en misiones militares importantes. Una vez dado de baja por la marina, fue adquirido por una compañía italiana, que lo rebautizó con el nombre Santa Maria del Mare y realizó el servicio de ferry entre Nápoles y la isla de Capri hasta el año 2002. Totalmente remodelado entre los años 2008 y 2009 como yate de lujo, en la actualidad espera comprador anclado en el puerto de Nápoles.
Nos encontramos ante un estudio exhaustivo, riguroso, escrito con agilidad y destreza, que nos abre a una realidad poco conocida hasta ahora y nos ofrece una nueva mirada sobre nuestra historia reciente, como una sombra que se prolonga todavía hasta nuestros días. Tal y como concluye el profesor Gracia, «El caso del Vita es un ejemplo de hasta dónde puede llegar, en primer lugar, un gobierno y, después, quienes se arrogan la representación de la legitimidad legal en la utilización y conversión económica del patrimonio histórico-artístico de un Estado en beneficio privado y sin rendir cuentas, un precedente peligroso».
Contacto de prensa
-
Redacción