23/9/19 · Institucional

Más de 2.000 alumnos y profesores prueban las aulas del futuro

Investigadores, profesores, estudiantes y familias diseñan los espacios educativos que se adaptan a las nuevas metodologías formativas

El proyecto Smart Classroom, liderado por la UOC, propone clases flexibles, sostenibles y adaptables
Foto: UOC

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Son las 9 de la mañana. Los alumnos del colegio Roser Capdevila en Sant Joan Despí entran en un aula en la que no hay pupitres. Sí cuentan con una pizarra, pero algo peculiar: ocupa toda la pared y es magnética. Además hay muebles modulares cuya utilidad cambia según las necesidades formativas. Encontramos plantas, paredes de colores claros, mucha luz… y una estación que mide la humedad, la temperatura, la concentración de COy el nivel del ruido para que los profesores sepan si se están superando los niveles aconsejados. No es ninguna utopía. Se trata de un proyecto llamado Smart Classroom Project, en el que han participado investigadores, docentes, alumnos y miembros de la comunidad educativa.

«Es una investigación científica cuyo resultado ha sido el codiseño y la creación de «espacios que permiten el aprendizaje a partir del bienestar de todas las personas que los habitan», explica Guillermo Bautista, investigador principal del proyecto y profesor de los Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC). Porque las aulas, tal como las conocemos, con un pupitre en fila para cada niño y una pizarra en el frente, tienen sus días contados si los espacios de aprendizaje se diseñan de acuerdo con las nuevas metodologías que se están instaurando a partir de la investigación científica sobre el aprendizaje.

Las aulas de esta nueva generación son flexibles y cambian según las necesidades educativas del momento. También por esta razón no contienen demasiados estímulos visuales, porque según las investigaciones suponen una «contaminación visual» que resulta inútil para el aprendizaje y que, sin embargo, hace que las aulas no resulten acogedoras. Disponen de una pantalla interactiva móvil que puede utilizarse, moverse u ocultarse, según las necesidades. O mobiliario polivalente, que permite que en el aula los elementos se dispongan en infinitas agrupaciones, cambiando la disposición de las mesas y moviendo las gradas-armario…

Además, en estas aulas inteligentes o smart classrooms los alumnos, tengan la edad que tengan, desde primaria hasta bachillerato, entran en calcetines para estar cómodos (dejan los zapatos en la entrada) y mantienen un nivel de voz adecuado para que exista un clima de bienestar.

Cinco aulas y 2.000 alumnos y profesores

Estos son algunos de los elementos que comparten las cinco aulas codiseñadas en el proyecto Smart Classroom que ya están probando más de 2.000 alumnos y los profesores de las escuelas Roser Capdevila, de Sant Joan Despí; Miquel Martí i Pol, de Viladecans, y Lola Anglada, de Esplugues de Llobregat; y los institutos Joaquima Pla i Ferreras, de Sant Cugat, e Icària, de Barcelona. El objetivo es atender aspectos fundamentales para el aprendizaje y el desarrollo de los niños y jóvenes, como fomentar la creatividad, el movimiento, el trabajo colaborativo o el aprendizaje de cualquier campo de conocimiento, fundamentalmente mediante metodologías de aprendizaje indagativo, como el trabajo por proyectos.

«Se ha avanzado mucho en la investigación de nuevos métodos formativos y no tanto en la de los espacios donde se han de aplicar», señala Guillermo Bautista. «Y ambas investigaciones han de ir de la mano, ya que la mayoría de las aulas, tal y como están estructuradas y diseñadas, no responden a las necesidades didácticas actuales que requiere la metodología que ya se está implantando en muchos centros», explica, añadiendo que los investigadores han abordado el proyecto desde tres dimensiones.

«La primera dimensión y principal es la pedagógica, pero también se han tenido en cuenta la ambiental y la digital, permitiendo una integración invisible de los elementos tecnológicos fundamentales para dar respuesta a muchas de las innovaciones que se están implantando», recuerda el investigador principal del proyecto.

Una experiencia pionera a nivel mundial

Se trata de una experiencia pionera a nivel mundial que se ha desarrollado en varias fases, según explica Marta López, miembro del grupo de investigación: en la primera fase, participaron los investigadores del proyecto, aportando conocimiento pedagógico y científico; y posteriormente, en las siguientes fases, se incorporaron los equipos docentes, los propios estudiantes y sus familias. El resultado son aulas para cinco centros educativos con proyectos educativos diferentes, cuyos alumnos y profesores utilizarán y probarán durante este curso académico. «A veces el cambio de espacio propicia un cambio de metodología, pero la base fundamental es la contraria: que el cambio pedagógico del espacio ayude a llevar a cabo las necesidades pedagógicas», afirma López.

La «hogarización» del aula: los diez principios de un aula inteligente o smart classroom

Aunque cada aula es diferente y responde a las necesidades y posibilidades de cada centro, las aulas inteligentes o smart classroom tienen elementos comunes. En primer lugar, todas responden a lo que los investigadores llaman «hogarización del aula»: un diseño, una decoración, una disposición de los objetos y un ambiente que recuerda más a una habitación de una casa familiar que a un aula. Pero además, como explica Guillermo Bautista, toda aula inteligente sigue estos diez principios:

1. Flexibilidad. El espacio no determina zonas concretas para cada actividad; de esa forma es posible trabajar diferentes dinámicas a la vez. El aprendizaje se desarrolla en movimiento —el aula permite aprender de pie o manipulando objetos físicos y experimentado con ellos—, hay proactividad y colaboración entre los docentes y los alumnos.

2. Adaptabilidad. Tiene en cuenta todas las necesidades educativas específicas para atender a la diversidad.

3. Confort. Permite una experiencia de aprendizaje en el que prima el bienestar físico y psicológico. Por eso controla y permite regular todos los parámetros ambientales.

4. Multiplicidad. Disponibilidad de los recursos adecuados para ofrecer las máximas posibilidades de aprendizaje y un abanico muy amplio de propuestas didácticas. Además, al ser polivalente y flexible, favorece el trabajo por proyectos y el aprendizaje colaborativo y permite una intervención dinámica de un profesor guía y un acompañante.

5. Conectividad. Presencia de conexión de máxima calidad y de dispositivos que la permitan establecer de forma ágil y fácil.

6. Personalización. Nivel alto de identificación y sentimiento de pertenencia con el espacio y sus dinámicas. Contempla también un espacio personal para guardar objetos.

7. Organización. Sigue criterios, estrategias y posibilidades que permiten organizar los recursos y los elementos que llenan y configuran el espacio para aumentar la facilidad de acceso y de uso y su funcionalidad.

8. Apertura. Su configuración y estructura está abierta al exterior, lo que facilita el acceso visual y físico de dentro hacia fuera y viceversa.

9. Seguridad. Proporciona la sensación de confianza durante la utilización de los espacios y los elementos que la configuran.

10. Sostenibilidad. El espacio se diseña y fabrica con elementos no contaminantes, sostenibles y respetuosos con el medio ambiente. También incluye espacios para fomentar la cultura de la sostenibilidad y el reciclaje.

Los investigadores afirman que mediante estas aulas se proporcionan las condiciones óptimas para el aprendizaje en alumnos de todas las edades. Y aseguran que ha sido un trabajo en equipo. Para lograr un diseño eficaz, fue imprescindible la participación de todos. «Hicimos una comisión de trabajo integrada por el equipo directivo y el Consejo de Dirección», explica Gemma Magriñà, directora del colegio Roser Capdevila. «Y luego se incluyó un grupo de maestros impulsores del proyecto y también padres de alumnos. Básicamente entre todos decidimos qué tipo de cosas queríamos que pasaran en el aula y qué aula necesitábamos para eso. Es de los proyectos que más aceptación ha tenido», señala.

Entre las cualidades de las nuevas aulas, la directora del colegio Roser Capdevila destaca la flexibilidad. Gracias a ella es posible tener un grupo de diez niños y niñas trabajando en un proyecto, otro más pequeño desarrollando una tarea diferente y un tercer grupo de alumnos sentados en el suelo en otra actividad didáctica. Una situación impensable en las aulas tradicionales. «Los docentes también han tenido que cambiar la forma de trabajar», explica, y añade que está segura de que el aula inteligente o smart classroom aumentará el rendimiento. Sònia Giménez, directora del colegio Lola Anglada, comparte la misma opinión: «Hay un clima mucho más tranquilo. Solo la nueva disposición de las mesas ya fomenta el trabajo colaborativo y repercute en el bienestar del alumno y del profesorado, además de hacerlo en la mejora del aprendizaje, que es el objetivo final», asegura, y afirma que este proyecto ha sido una oportunidad para la comunidad educativa.

Sobre el Smart Classroom Project

El Smart Classroom Project BCN es un proyecto de investigación científica con participación de la Universitat Oberta de Catalunya, la Universidad de Barcelona, la Universidad de Vic - Universidad Central de Cataluña, la Universitat Autònoma de Barcelona y la Universidad Simón Bolívar.

Cuenta con la financiación de la convocatoria para proyectos de investigación de RercerCaixa (de la Obra Social “la Caixa”) y la Asociación Catalana de Universidades Públicas.

Además de la investigación, ofrece un servicio de consultoría en los centros educativos, instituciones y administraciones que quieran rediseñar sus espacios de aprendizaje. Actualmente, el equipo de investigación colabora con el Ayuntamiento de Viladecans para el rediseño de once colegios de educación infantil y primaria y otros tantos centros educativos que han encargado el proceso de codiseño e implantación de espacios al equipo del Smart Classroom Project

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