27/3/23 · Salud

Cinco mitos sobre la bipolaridad

Cuarenta millones de personas sufren esta patología, que puede tener consecuencias muy graves
Las personas que sufren el trastorno bipolar pueden experimentar cambios extremos que van desde un estado emocional eufórico hasta episodios de depresiónpasar de manía o hipomanía a depresión. (Foto: Freepik)

Las personas que sufren el trastorno bipolar pueden experimentar cambios extremos que van desde un estado emocional eufórico hasta episodios de depresiónpasar de manía o hipomanía a depresión. (Foto: Freepik)

La Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que cuarenta millones de personas sufren trastorno bipolar, una patología que, de no ser tratada, puede acarrear consecuencias muy graves. Como explica Enric Soler, profesor colaborador de los Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC), este trastorno provoca alteraciones del estado de ánimo repentinas y sin causas objetivas que las justifiquen, cambios extremos que van desde un estado emocional eufórico hasta episodios de depresión. Y resulta "especialmente cruel porque afecta gravemente a la cordura y la capacidad de relacionarse socialmente, además de provocar trastornos del sueño e influir seriamente en la capacidad de pensar".

Sin embargo, según los expertos, es uno de los trastornos mentales graves más banalizados. Tanto que gran parte de la sociedad lo asocia a simples cambios de humor o a caracteres inestables, obviando el sufrimiento que conlleva esta patología, que es una de las principales causas de discapacidad en todo el mundo.

Estos son algunos mitos falsos sobre el trastorno bipolar:

1- Quien pasa de la alegría a la tristeza en poco tiempo es bipolar. Según advierten los expertos, a lo largo de un día, cualquier persona puede pasar por distintos estados de ánimo. Pero experimentar emociones positivas y negativas en cortos períodos de tiempo no es lo mismo que sufrir un trastorno bipolar. Este trastorno implica episodios maniacos o hipomaniacos y depresivos.

"En el día a día podemos fluctuar entre la tristeza y la alegría; son emociones sanas que van unidas a conductas funcionales, lo que se traduce en que nuestro desempeño diario no se ve afectado de manera grave por estos cambios emocionales", explica Montserrat Lacalle, también profesora colaboradora de los Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación de la UOC. "En cambio, cuando hablamos de un trastorno bipolar, estamos hablando de pasar de manía o hipomanía a depresión, estados que no son funcionales ni sanos porque el sufrimiento de la persona es muy elevado y las conductas de quienes los experimentan son disfuncionales. Hay problemas en el desarrollo cotidiano del día a día. Además, el cambio entre estos episodios no se da en cuestión de horas ni es desencadenado por factores fácilmente identificables, como sí que puede suceder en el día a día de una persona sana que pasa de la alegría a la tristeza", indica.

Existen distintos grados de trastorno bipolar. El trastorno bipolar I provoca, por lo menos, un episodio maniaco lo suficientemente importante para interrumpir una vida cotidiana normal y varios episodios depresivos con cierta regularidad, recuerda Enric Soler. El trastorno bipolar II presenta episodios depresivos más graves y algún episodio maniaco esporádico. Y el trastorno ciclotímico se caracteriza por padecer sintomatología de episodios hipomaniacos y depresivos menos duraderos e intensos, pero en un periodo relativamente largo de tiempo (entre uno y dos años).

2- Los estados eufóricos son momentos de genialidad. Una de las características del trastorno bipolar es que provoca los citados episodios maniacos o hipomaniacos, que gran parte de la sociedad relaciona con estados de genialidad y positivismo. Pero la realidad es diferente. Los síntomas maniacos consisten en un estado de ánimo "anormal y persistentemente elevado, expansivo, con ideas de omnipotencia e invulnerabilidad, que se manifiesta la mayor parte del día al menos durante una semana y que también puede ir acompañado de irritabilidad", explica Enric Soler.

"Quien lo padece experimenta un aumento de la autoestima, sentimientos de grandeza, disminución de la necesidad de dormir, verborrea, sensación de que los pensamientos van a gran velocidad, fuga de ideas, dificultades de concentración, hiperactividad dirigida a un objetivo (laboral, social, sexual, etc.), compras compulsivas y juergas desatadas que ponen en riesgo al propio sujeto o inversiones de dinero demasiado arriesgadas", especifica el profesor colaborador de la UOC. Además, añade que esta sintomatología se produce sin el consumo de drogas o medicamentos, de forma natural.

En el caso de que se trate de fases hipomaniacas, la diferencia es que todos estos síntomas se manifiestan durante menos tiempo —un máximo de cuatro días— y que pueden no darse todos, pero sí al menos cuatro de ellos. Es decir, es una especie de episodio maniaco menos grave, pero que altera igualmente el día a día de la persona que lo sufre, provocando grandes sentimientos de culpabilidad una vez pasada la fase.

Respecto a los episodios de depresión que experimentan los maniacos, se caracterizan porque se manifiestan durante un periodo de dos semanas. En ese tiempo "el estado de ánimo permanece deprimido durante la mayor parte del día, casi todos los días, con sentimientos de tristeza, vacío interior, incapacidad para sentir placer, pérdida de peso sin causa objetiva que lo justifique, pérdida del apetito, insomnio o hipersomnia, agitación o retraso psicomotor observable por los demás (sin tratarse de una experiencia subjetiva), cansancio, sentimientos de inutilidad o de culpabilidad excesiva, casi delirante", explica Soler. También son frecuentes la incapacidad de concentración y los pensamientos de muerte recurrentes, el intento de suicidio o la existencia de un plan para llevarlo a cabo.

3- No es una patología grave. Uno de los aspectos que más sorprende a los expertos es que, tratándose de una patología que puede traer consecuencias muy graves, se hable de ella con superficialidad, asociándola a personas narcisistas o controladoras. Como recuerda Enric Soler, el trastorno bipolar es uno de los trastornos mentales que causa más sufrimiento a la persona que lo padece, ya que "invalida sus capacidades para llevar a cabo las actividades de la vida diaria más sencillas".

Además, es frecuente que las relaciones de las personas con trastorno bipolar se dañen y les resulte difícil conservar una rutina laboral o familiar. "Los síntomas que padecen influyen poderosamente en sus relaciones familiares o de pareja, en el fracaso académico y en la incapacidad para poder mantener un empleo", afirma. De hecho, es una de las enfermedades con mayor riesgo de suicidio, "un gran tabú del que no se habla. Una sociedad que no cuida su salud mental es una sociedad enferma. No es casualidad que en España esté aumentando la tasa de suicidios de forma alarmante", sostiene Soler.

4- Se puede curar. Aunque, como explica Montserrat Lacalle, no todos los pacientes presentan esta patología del mismo modo, "es cierto que es una condición crónica. Un paciente con este diagnóstico no se cura", advierte. Sin embargo, los síntomas que presenta sí que se pueden paliar con tratamiento y se puede lograr que lleve una vida lo más normalizada posible. De ese tratamiento, y del tipo de trastorno bipolar que se padezca —ya que hay grandes diferencias entre las personas afectadas según la frecuencia de los cambios entre los estados maniaco o hipomaniaco y depresivo— dependerá que pueda llevar una vida funcional o no. 

5- Se trata únicamente con fármacos. Como explican los expertos, el trastorno bipolar se trata con psicofármacos estabilizadores del estado de ánimo, antipsicóticos, antidepresivos y/o antidepresivos antipsicóticos, cuyo objetivo es estabilizar el estado de ánimo. "La medicación puede ser distinta dependiendo de la problemática de cada paciente y del grado en que la necesite", recuerda Montserrat Lacalle. "Pero todo ello debe combinarse con psicoterapia. La terapia psicológica es fundamental. Además, en algunos casos también hay psicoeducación de los propios pacientes y de las familias para que sepan identificar los síntomas que aparecen antes de una fase maniaca o depresiva", señala la profesora colaboradora de la UOC.

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