Isabel Solé
¿Qué es la competencia lectora?
La capacidad de poder utilizar la lectura para satisfacer las necesidades personales de inserción y crecimiento que tenemos: para disfrutar, para resolver problemas cotidianos y para aprender, un reto al que debemos enfrentarnos los humanos cada día.
Y, en consecuencia, ¿qué es un buen lector?
Es la persona que puede hacer este uso múltiple y variado de la lectura, y que la puede utilizar no solo porque los otros le piden que lea, sino también porque de por sí es una actividad placentera. Un buen lector también es aquel que puede, por medio de la lectura, no solo acceder a lo que piensan o dicen los otros, sino también reflexionar sobre su propio pensamiento, hacerse preguntas y responderlas, ampliar su conocimiento y su perspectiva ante la vida y la realidad.
¿Cómo se llega a ser un buen lector?
Esta competencia se aprende a lo largo del tiempo y en situaciones de lectura variadas. No sé si la lectura es un hábito. Para mí, sobre todo, es un deseo. Es evidente que llegar a ser un buen lector también implica poder usar la lectura porque la necesitas. Hay un componente de utilitarismo que no podemos dejar de lado, pero no creo que la formación de lectores se deba conformar con que la lectura solo se utilice de un modo funcional: tendríamos que aspirar a que se use para pensar y para disfrutar. Yo entiendo el aprendizaje de la lectura como un taburete de tres patas: las tres tienen que estar equilibradas. ¿Cuáles son?: aprender a amarla -si esto está asegurado, tenemos ya mucho camino recorrido para las otras patas-; aprender a leer propiamente, y, la tercera, aprender a usarla para aprender. No solo para saber qué dicen los textos, sino para ir más allá y poder analizarlos, confrontarlos y extraer conclusiones de ellos.
¿Hay una edad para aprender a leer y ser un buen lector?
Se puede empezar a amar la lectura desde que se es un bebé, viviéndola en distintas situaciones dentro de las familias, en las que los lazos afectivos con la lectura se pueden empezar a crear y consolidar. Después, no terminamos nunca de aprender a leer. Todos los que somos lectores, y quizá unos lectores competentes en nuestro ámbito, cuando cogemos un texto de otras características o de una nueva disciplina nos vemos en la necesidad de forzar y estirar nuestra capacidad lectora. No hay que pensarla como una técnica que se aprende en uno o dos cursos y que luego se podrá aplicar sin restricciones a cualquier texto o situación de lectura, sino como un proceso dilatado en el cual se irán dominando progresivamente nuevas dimensiones de esta fascinante capacidad.
¿Aprendemos a leer toda la vida?
Sí, pero que esto suceda no es casualidad. Si leemos siempre el mismo tipo de cosas, las capacidades de lectura no se ampliarán y desarrollaremos unas estrategias eficaces solo para aquellos textos específicos. No es lo mismo leer Ulises que un best-seller. Si nos forzamos a leer unos textos de una determinada complejidad, nuestras capacidades lectoras tendrán unos retos y se ampliarán. La estructura de los textos influye en la comprensión lectora, pero no únicamente: también influye la densidad de la información; si se utiliza un vocabulario específico o cotidiano; la cohesión, la coherencia y la claridad; el grado de escritura del texto, o sea, si está muy bien escrito o no; si los contenidos son accesibles al lector; si el texto es narrativo, expositivo o poético, y también la funcionalidad del texto. Diferentes textos y fines, llevan a procesar la información de formas diferentes.
¿Cambia la forma de leer la llegada de nuevos medios y de la tecnología?
Plantea diferentes tipos de lectura. Cada tecnología que utilizamos acaba teniendo un impacto en el cerebro, en la manera de pensar. La revolución que vivimos, en este sentido, no es diferente, a pesar de que algunos dicen que tendrá más impacto que la propia aparición de la imprenta. La lectura de hipertextos, por ejemplo, conduce a una forma de lectura que favorece el procesamiento muy rápido de la información y, muchas veces, más superficial. Si solo leemos este tipo de texto, es posible que nos especialicemos en una lectura selectiva. Si somos capaces de combinarla con una lectura más sostenida de un texto largo y más denso... Leer en el web será una nueva forma de incrementar competencias.
¿Siempre que leemos aprendemos?
Cuando lees y comprendes, siempre aprendes. Quieras o no. No lees una novela para aprender cosas, pero si tiene lugar en Berlín en los años treinta, aprendes cosas de Berlín en los años treinta. ¿Por qué? Porque con la lectura vamos relacionando la información con lo que sabemos y le atribuimos un significado en el texto. Mientras leemos tenemos unos objetivos de lectura, aportamos los conocimientos previos, vamos realizando inferencias... Lo hacemos a un nivel implícito. Esto explica que la lectura, cuando es comprensiva, genere un aprendizaje que llevamos a cabo sin darnos cuenta.
¿Aprendemos igual si leemos un cuento que si leemos un libro de texto?
Cuando utilizamos la lectura para aprender, estas estrategias que funcionan de un modo implícito no se pueden quedar solo en este ámbito. De una forma intencional, debemos saber qué buscamos en aquel texto, recuperar de nuestra memoria los conocimientos que ya tenemos y que pueden ayudar a atribuir significado a la nueva información. Tenemos que poder ir distinguiendo lo que es básico e importante de lo que es secundario. Tenemos que poder hacer inferencias y todo el proceso se hace más consciente y regulado por uno mismo.
¿Cómo podemos motivar a leer? ¿Quién lo tiene que hacer?
Invitando a la lectura. Seduciendo. Poniéndola al alcance. Siendo los libros hablantes de los niños cuando todavía no pueden leer. Esto hará que se interesen en ella y que se quieran apropiar de estas herramientas. Y en esto, todos tenemos un papel. Aunque a las personas que amamos la lectura nos cueste mucho de entender que otras personas no la valoren, esto ocurre. Tenemos familias muy distintas. Para algunas, la lectura ocupa un lugar importante en su imaginario. Otras, la consideran de una manera diferente. En sí mismo, esto no quiere decir nada malo. Estaría muy bien tener alumnos lectores, tener una sociedad lectora. Pero, si no es así, deberíamos pensar que todos los niños y niñas tienen el derecho de descubrir el placer de la lectura, que un adulto significativo de su vida -si no son los padres, lo puede ser el maestro- los acompañe. Todos tienen derecho a unos centros educativos donde se enseña y se aprende a leer y a escribir, pero en los que, sobre todo, se lee, y se ama y se valora la lectura.
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