20/12/19 · Estudios de Economía y Negocios

El invitado impertinente

Foto: Celia Aset

Foto: Celia Aset

Toda previsión económica incorpora necesariamente elementos de incertidumbre. Dentro de la caja negra de la economía existen mecanismos ocultos que aún se nos escapan, pero sabemos que las expectativas también determinan la creación y la distribución de riqueza. Cotizaciones de acciones, deuda pública, divisas y decisiones de inversión empresarial son fruto de la confianza de quienes arriesgan su capital convencidos en lo que tal vez ocurrirá.

Hoy los escenarios publicados son ligeramente más optimistas que hace un año, constatada la incomparecencia de las grandes calamidades que algunos agoreros habían predicho. No es poco, pues las expansiones económicas no devienen recesiones sin el disparador de un grave desorden económico o financiero o una severa crisis de confianza. Pero el entorno actual es incierto porque hay que gobernar una realidad compleja y cambiante que exigiría una mayor coordinación multilateral.

Empezaremos el año con una fractura económicamente absurda en Europa. El periodo transitorio acordado facilitará que la materialización del Brexit inicialmente deje sentir su rastro más en los mercados financieros que en la economía productiva. Se abrirá un proceso de negociación incierto, dirigido a aminorar el impacto comercial de la secesión. Las complejidades de la gobernanza europea y la coincidencia con el debate sobre el escuálido marco presupuestario 2021-2027 avanzan un camino sinuoso y no exento de despropósitos. Pero, a pesar de que el ruido de fondo no merma, la concreción del acuerdo de separación desvanece incertidumbres y es hora de aplicar por doquier los planes de contingencia previstos.

El panorama transatlántico tampoco ahorra riesgos. A pesar de la imprevisibilidad de las ocurrencias mercantilistas del «señor de los aranceles», aparentemente su administración no impulsará medidas económicas que perjudiquen las posibilidades de reelección. Hay que pensar que una cierta commercium pax será más plausible a medida que avance el ejercicio, pero fuera bueno no arriesgar ni un guisante en ello. De todos modos, el delirio proteccionista ya ha acarreado consecuencias de difícil reversión. El desprecio por instituciones y políticas multilaterales ha desvelado intereses geoestratégicos regionalistas. Lo percibe un comercio internacional que evidencia la regresión en el liderazgo occidental. A medida que la fábrica industrial asiática refuerza sus vínculos internos y se vuelve más autosuficiente, impulsa acuerdos de integración comercial, traba alianzas energéticas con Rusia e invierte en infraestructuras y operadores logísticos para abrir vías de transporte más eficientes. Que China se convierta en el paladín de la globalización desafía las estrategias comerciales, inversoras y tecnológicas de nuestro sistema productivo.

La economía europea ha visto como el esférico de la recesión golpeaba el larguero, pero no puede respirar tranquila todavía porque el partido sigue abierto. Sin comprometerse a revisar objetivos e instrumentos de su política, la nueva presidencia del Banco Central Europeo es consciente de que la laxitud monetaria sirve a la causa de aliviar carga financiera a los gobiernos más necesitados. Pero también debilita un sistema financiero frágil, en transición lenta a la unión bancaria y que pronto percibirá la presencia de las bigtech en su negocio. La conveniencia de un impulso fiscal es, pues, un secreto a voces, pero quienes podrían se resisten por las dudas que genera la indisciplina presupuestaria de los socios que hablamos lenguas románicas y porque la economía planetaria ya flota sobre un mar de deuda. A pesar de estos temores y aprensiones, pronto brotarán planes de inversión pública en un Japón deprimido, en unas economías emergentes sacudidas por la desigualdad social, en los rebeldes británicos y probablemente en una Europa de intereses divergentes pero necesitada de una transformación digital y energética que, ¡ay!, racionalizará el uso del trabajo a la industria.

Será también un año clave para la crisis climática, porque se llega al punto de no retorno con impactos que ya serán irreversibles. La dolorosa incapacidad para alcanzar acuerdos multilaterales y reconducir un riesgo económico sistémico promoverá la experimentación, con medidas dirigidas a acelerar el proceso de descarbonización y transición energética mediante la intervención directa o el uso de incentivos económicos. Veremos nuevas regulaciones, subvenciones y programas de inversión en tecnologías sostenibles, planes de reducción de emisiones y de reestructuración industrial, cambios en fiscalidad, y tarifas y restricciones en la movilidad urbana.

Hay, pues, argumentos de peso para la inquietud y la esperanza. La desaceleración económica se confirma, pero no está todo el pescado vendido. Los riesgos no son insoslayables, pero convienen acciones bien orientadas. Fe exagerada en la autorregulación de los mercados, gestión deficiente de la globalización y visión ingenua de la tecnología han engendrado una realidad social y política polarizada. Es tiempo de definir una política económica que atienda a los efectos distributivos y acompañe los cambios económicos de mecanismos de compensación adecuados. O la desigualdad será un invitado que no querrá marcharse.

Expertos UOC

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