22/5/08

"En Mostar y Kosovo, los civiles recibían a los soldados españoles con alivio"

J. Antonio Gil

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J. Antonio Gil

¿Cómo decidiste estudiar el máster de Conflictología?
Cuando fui a los Balcanes quise conocer desde un punto de vista histórico cómo se había llegado a esa situación, qué les había llevado a la guerra. Un día, comentándolo con un compañero, me dijo que había un máster dedicado a la conflictología. Me informé a través de nuestra oficina de Apoyo al Personal que existe en los acuartelamientos y me dijeron que en la Generalitat de Catalunya, a través del Departament de Relacions Institucionals i Participació (Relacions amb les Forces Armades), disponían de subvenciones para hacer el máster de Conflictología. Decidí realizarlo y lo terminé el año pasado. En este momento existen otros compañeros que también lo están estudiando.
¿Qué habéis estudiado?
El máster es muy extenso e interesante. Va dirigido a ver más allá de las razones del conflicto, intenta entenderlo y, a través de ese entendimiento, transformarlo. El conflicto es algo que está ahí, que existe, que incluso puede ser bueno; el conflicto es innato en el hombre, en la humanidad. La gente asocia la palabra conflicto a algo negativo, pero no tiene por qué, si sabemos manejarlo. El conflicto existe en el momento en que hay dos personas que tienen una opinión diferente; otra cosa es intentar que ese conflicto no llegue a la confrontación o a la violencia. Esta definición de conflicto fue una de las cosas que más me sorprendieron al principio. Pero el máster tiene muchos aspectos interesantes, como por ejemplo el hecho de relacionarte en línea con muchas opiniones, formas de pensar, incluso opuestas a la tuya, que te abren los ojos a nuevos puntos de vista. Desde luego volvería a hacerlo.
¿Cómo se estructura el máster?
El máster se estructura en módulos. Durante el primer año se estudian temas más generales, como son la mediación y resolución de conflictos o los criterios pedagógicos para la gestión de los conflictos, y en el segundo año, temas más concretos, como conflictos laborales, conflictos entre organizaciones, conflictos internacionales, etc. El temario es muy extenso. Además, al final hay que elaborar un trabajo, relacionado con lo estudiado y donde se debe poner en práctica lo aprendido.
En el máster entras en contacto con estudiantes y profesores de otros países. ¿Cómo ha sido esta experiencia?
Muy buena. Algunos de ellos viven y trabajan en países con conflictos muy antiguos, y sus aportaciones son muy enriquecedoras. Recuerdo a una persona que contaba que había perdido a un familiar en Colombia. Su aportación fue muy importante porque hablaba, por ejemplo, de la capacidad que tenemos de olvidar. Cuando hablamos de conflicto, los problemas en la raíz son diferentes según el lugar y también la manera de verlos, pero todo tiene un hilo conductor. Siempre hay la necesidad de diálogo, la empatía, ponerte en el lugar del otro… Eso es en todas partes igual, esto quedaba claro con las experiencias que aportaba cada uno.
Si ahora volvieras a otro lugar en conflicto, ¿qué podrías aportar?
La verdad es que es difícil aportar, porque tú vas dentro de una estructura, ocupando un puesto concreto. Yo a Mostar y a Kosovo he ido en un puesto relacionado con la logística. Lo que puedes hacer es intentar ver las cosas de otra forma, ponerte en el lugar de los que sufren directamente el conflicto. Pero influir, eso ya es más difícil. Además, el idioma es una barrera, y tampoco estás siempre mezclado con la población, no siempre hay contacto físico. Nuestros equipos CIMIC (Cooperación Cívico-Militar) sí se ponen en contacto con los habitantes del lugar para conocer cómo se les puede ayudar y gestionar esta ayuda, pero desde un puesto logístico no, porque básicamente estás en una oficina gestionando el movimiento de las personas ahí destinadas, sus vehículos, el combustible, etc. Para conocer un poco el país fui de vacaciones. Visité Sarajevo con un intérprete serbio que me impactó, porque en sus explicaciones se le notaba el dolor que le producía la situación en la que se encontraban. Visitamos la Villa Olímpica, donde se realizaron los juegos de invierno de 1984, que está en una colina, y los alrededores de las instalaciones deportivas son un cementerio. Es impactante ver aquello: ¡qué barbarie! Era un horizonte de tumbas.
¿Cómo os recibían los civiles en Mostar y Kosovo?
Yo creo que con alivio. Por lo menos en determinadas situaciones, sobre todo cuando depende su seguridad de nuestra permanencia allí. Los soldados españoles cuando van a zonas de conflicto suelen tener buenas relaciones con las poblaciones autóctonas; quizá sea por nuestro carácter más abierto. Nuestros soldados saben adónde y a qué van y, como el resto de los españoles, son gente solidaria y dotada de gran humanidad, que demuestran en su trabajo. Yo lo que he visto son muchas ganas de ayudar.
¿Cuál es el apoyo más útil?
Quizás fue esta una de las cuestiones que me hicieron estudiar el máster. En Bosnia me llamó la atención que la ayuda puede ser positiva, pero a veces es negativa. La ayuda se produce de forma compulsiva, todo el mundo quiere ayudar y lo hace con lo primero que se le ocurre, sin pensar en las necesidades reales de los que viven allí, sin preguntarles, sin contar con ellos.
¿Qué es lo que más necesitaban las personas que conociste en Kosovo y Mostar?
Lo que más necesitan es ayudarse a sí mismos.
¿Y eso cómo se hace?
Realmente es difícil saberlo y muy fácil equivocarse. El trabajo está en el tipo de ayuda que reciben esas personas. Por ejemplo, los supervivientes de un conflicto necesitan que a las autoridades que alimentaron la guerra y que siguen ahí se las juzgue y cambien por políticos que se preocupen por la gente. Eso es un poco más complicado que ayudar con cosas materiales y puntuales. También en la ayuda a las mujeres, que son las que sufren la violencia por triplicado: primero por la propia guerra, luego por haber sido, en muchos casos, utilizadas como instrumento de guerra (violaciones, vejaciones…) y terminada la guerra resulta que han perdido a los hijos y al marido y vuelven a sufrir las consecuencias de convertirse en motor económico, lo cual quizás no habían hecho hasta entonces. También hay otro tema relacionado con la ayuda: la educación, pero en un sentido muy amplio. La educación de la sociedad, de los medios de comunicación, culpables en gran medida de auténticas barbaridades, porque a través de los medios muchas veces se ha ido alimentando el odio; educación política para la democracia, porque son países que acaban de salir de una dictadura (la Yugoslavia de Tito). Entonces todas esas cosas son más importantes que la ayuda económica puntual.
¿Cuánto tiempo hace falta para superar un conflicto violento?
Depende del tipo de conflicto del que se trate y de cómo se gestione. En el caso de los Balcanes, me temo que tendrán que pasar generaciones. En 1992 la comunidad internacional no estuvo a la altura de las circunstancias y se planteó la solución del conflicto para dar respuesta a una guerra entre etnias; ese fue un error gravísimo. La confrontación entre etnias fue el resultado de la guerra, no la causa. Sin embargo los Acuerdos de Dayton no han hecho nada más que legitimar a los que propiciaron la guerra. Ahora vemos como aparece un nuevo estado reconocido por la comunidad internacional, dirigido por los mismos que llevaron a cabo la guerra y que utilizaron la limpieza étnica.
¿Crees en el choque de civilizaciones?
Creo en el choque entre los ricos y los pobres. Cuando las civilizaciones chocan es porque una es opulenta y la otra carece de todo. El choque nace de la necesidad, pero no tiene por qué ser un choque cultural. Yo creo en la mezcla cultural, de la cual nacerá otra más rica y amplia. Algunos se refugian en la identidad cultural como una especie de protección contra lo desconocido, y todo lo que viene de fuera lo interpretan como un ataque contra su identidad. Esto es una característica de determinados nacionalismos. Es lo que pasó en Bosnia y ha llevado a la partición territorial según la etnia a la que se pertenece, y lo mismo ha pasado en Kosovo, que hoy se ha convertido en un estado étnico.

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