10/6/11

«Una Cataluña independiente podría ser tan viable económicamente como cualquier otro país»

Enrico Spolaore ,

¿Son importantes las dimensiones de un estado para su éxito económico?
Importarían si viviéramos en un mundo de proteccionismo o con barreras para el comercio. Cuando ves países abiertos al comercio internacional, los datos indican que ser pequeño no es un coste. Incluso hay una correlación inversa; es decir, que estados más pequeños son más eficientes en un mundo sin barreras. Por lo tanto, la respuesta es que depende del grado de apertura económica.
Según su trabajo, un mundo globalizado, más democrático y con menos conflictos promueve la aparición de estados pequeños. ¿Por qué?
Esto se ve muy claro en momentos en que aparecen regímenes dictatoriales que intentan ampliar las fronteras de sus estados; también históricamente en el caso de los imperios. En cambio, en el momento en que se tiende a la consecución de un mayor grado de democracia, se observa la fragmentación de estos territorios. El caso de la Unión Soviética es un ejemplo claro. También se observa, a lo largo de la historia, que los estados pequeños en épocas de conflicto han sido incapaces de mantener la independencia y han acabado siendo conquistados por estados más grandes o formando alianzas para protegerse. También me atrevería a decir que los estados pequeños tienden a ser más democráticos porque pueden atender y proveer mejor a sus ciudadanos de los bienes y servicios que piden. Normalmente, en países grandes muy centralizados hay una distancia importante entre la actuación del gobierno y las preferencias ciudadanas.
Así pues, ¿los estados pequeños están más interesados en el libre comercio?
Exacto. Les interesa para poder prosperar y, en general, lo consiguen. Esto no significa que no haya habido excepciones, como el caso de la Albania comunista o, en algunos periodos, Uruguay, que han sido países cerrados.
En la teoría expuesta en El tamaño de las naciones usted mide el equilibrio interno de un estado de acuerdo con el resultado del balance entre las dimensiones de este y los costes políticos derivados de la heterogeneidad poblacional que contiene. Y, de acuerdo con ello, sostiene que un estado con una población muy heterogénea difícilmente estará en equilibrio. ¿Qué papel juega la inmigración en su modelo?
En el libro no hablamos mucho de inmigración. Es el capítulo que falta. Podemos imaginar, sin embargo, que la facilidad de movimiento de las personas de un estado a otro en la actualidad hace menos importante la dimensión que tenga un estado. Si hablamos, por ejemplo, de capital humano, en un mundo donde los italianos sólo pudieran estudiar y trabajar en Italia y no pudieran hacerlo, como en mi caso, en Estados Unidos, sería muy importante que Italia fuera grande para tener más oportunidades. Pero, si esto no es así, la dimensión estatal no importa. Lo que no sabemos, sin embargo, es qué tipo de heterogeneidad poblacional provoca un coste político mayor al estado, porque esa heterogeneidad cambia a lo largo del tiempo. A lo largo de la historia, por ejemplo, podríamos hablar de diferencias religiosas que abocaron países a la ruptura. Es el caso de Bélgica y Holanda. Ahora, en cambio, en una Bélgica mayoritariamente católica, la cuestión es lingüística y cultural, entre flamencos y valones.
En el marco del seminario usted ha participado en la sesión dedicada a debatir si el tamaño de las naciones evita la crisis económica. ¿Quién está más preparado para afrontar la crisis: los grandes estados o los pequeños?
No creo que la dimensión del estado tenga nada que ver. Hay estados pequeños que han sufrido mucho, como Irlanda e Islandia, y estados grandes, como Alemania, que lo hacen mejor. La cuestión tiene más que ver con la economía de escala y la heterogeneidad interna de cada estado y cómo lo afecta políticamente. Es lo mismo que pasa en Europa, que, por ser tan grande, no puede afrontar la crisis tan bien como haría falta. Normalmente los estados grandes no reconocen los costes de la heterogeneidad interna. Europa actúa así pensando que, como todos somos europeos, todos somos iguales. Se considera que la deuda alemana y la griega son iguales, que no hay diferencias en productividad. Pero, si entre estados ya existen diferencias en cuanto a la renta per cápita, estas aún son mayores si comparamos las regiones de Europa. Si niegas esta heterogeneidad, entonces las demandas para satisfacer las diferentes especificidades crecen y el coste político de la gestión de esa heterogeneidad es muy grande. Las diferencias culturales también crean barreras, que no son insalvables pero que tienen soluciones a largo plazo.
De acuerdo con su modelo, ¿cree que la sociedad catalana considera cada vez más que el balance entre la aportación de recursos económicos que hace al Estado español y la falta de respuestas por parte de este a sus particularidades es negativo?
No soy experto en política catalana, pero España ha sido siempre un estado muy centralizado y con un nivel de apertura más bien bajo. Mi impresión es que, en cuanto a la descentralización del estado, todavía hay camino por recorrer. Esto, sobre todo en la cuestión de la transferencia de impuestos, es complejo en el momento de crisis actual porque el gobierno estatal necesita más que nunca los recursos provenientes de Cataluña.
Un argumento recurrente del nacionalismo español frente a una posible secesión de Cataluña es la falta de viabilidad económica que tendría ese futuro estado por su dimensión. ¿Qué valoración hace de ello?
No creo que este argumento tenga ningún tipo de fundamento económico. Cataluña tiene siete millones de personas y una de las rentas per cápita más altas del mundo. Tenemos ejemplos de países más pequeños que Cataluña que son viables. Una Cataluña económicamente abierta al mundo sería tan viable como cualquier otro país. Que sea viable o no, no depende de razones económicas sino políticas.
¿Al Estado español, podría resultarle beneficioso el aumento de homogeneización que supondría la secesión de Cataluña y el País Vasco?
Es una pregunta interesante. De entrada la España resultante sería un país pobre. Con todo, si las nuevas fronteras estuvieran abiertas y, por ejemplo, un habitante de Madrid pudiera venir a estudiar en Cataluña y el comercio fuera igualmente posible, la reducción de heterogeneidad sí resultaría beneficiosa. De todos modos, creo que la única forma de resolver estas cuestiones es democráticamente. Habría que preguntar a la gente qué quiere y tomar decisiones mediante mayorías cualificadas.

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