22/4/20 · Investigación

La economía feminista gana peso a raíz de la COVID-19

La crisis del coronavirus precipita un profundo cambio en el modelo económico e incorpora algunas de las premisas feministas
Foto: Unsplash/Hannah Busing

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La crisis de la COVID-19 está suponiendo un cambio profundo en el modelo económico, abriendo la puerta a una nueva perspectiva que incorpora algunos de los valores y las premisas del feminismo largamente demandados. Conceptos como el valor de la vida y del cuidado de las personas, el bien común, el conocimiento abierto y el apoyo mutuo han sido puestos, de un día para otro, en el centro del sistema productivo.

«Actualmente estamos ante un verdadero cambio de época. Aunque antes ya habíamos tenido algunos indicios, con la crisis de la COVID-19 se está produciendo de manera acelerada un cambio de fuerzas que abre la puerta a elementos esperanzadores y oportunidades respecto de las demandas feministas de cambio de modelo económico», explica Mayo Fuster, investigadora principal del grupo Dimmons, que forma parte del Internet Interdisciplinary Institute (IN3) de la Universitat Oberta de Catalunya.

Según Fuster, en momentos como el actual en el que se evidencia la vulnerabilidad compartida global, se está reivindicando la vida por delante de la economía y se acentúan la importancia del sector público y el bien común, así como de algunos valores como el de la solidaridad.

En ese sentido, se está produciendo una mayor digitalización de la economía, que está comportando un aumento exponencial del trabajo en red y la producción distribuida mediada por plataformas digitales, así como la explotación del conocimiento abierto y la centralidad de los datos. Estos elementos, aplicados en el contexto de emergencia sanitaria actual, han conseguido proporcionar en tiempo récord y contra reloj diferentes tipos de material médico y de protección para dar apoyo al sistema sanitario en su lucha contra la pandemia. Y todo ello, gracias a la iniciativa ciudadana procedente de diferentes colectivos de makers, redes de mujeres, así como entidades y empresas de sectores diversos que han trabajado de forma colaborativa con centros sanitarios e instituciones públicas con el objetivo de alcanzar un reto común.

De todos modos, Fuster también avisa de que el aumento de la importancia de economías de plataforma y digitales tiene ciertos riesgos, tales como el incremento de las desigualdades de género propias de esta modalidad de producción, o la creación de nuevas clases de trabajadores y, si no se vigila, puede conllevar el incremento de nuevas desigualdades que deberían contrarrestarse con políticas públicas.

Economía de los cuidados en tiempos de coronavirus 

Por otra parte, la emergencia derivada de la COVID-19 está contribuyendo más que nunca a poner de relieve la importancia de las tareas de cuidado que hasta ahora habían sido fuertemente invisibilizadas. «El trabajo de cuidado es también economía. Se trata de economía reproductiva. Esto es algo que hasta ahora la sociedad había ignorado, pero que actualmente se está haciendo más evidente que nunca. Por eso decimos que con el coronavirus se está visibilizando y llevando al extremo la crisis del cuidado que existe desde hace muchos años», afirma la investigadora del grupo Dimmons.

En ese sentido, el confinamiento decretado por el Gobierno, que ha conllevado el cierre de las escuelas y la clausura total o parcial de muchas empresas, ha abocado a un gran número de personas al teletrabajo. Esta situación ha obligado a muchos trabajadores y trabajadoras a conciliar más que nunca su actividad laboral con las tareas domésticas y de cuidado de la familia, ya sea de los hijos e hijas o de cualquier persona con dependencias especiales, tales como familiares enfermos, personas mayores o con diversidad funcional. Y todo ello con el añadido de que actualmente ya no se trata solo de combinar estas dos áreas —trabajo y vida familiar—, muchas veces en conflicto, sino de hacerlo de forma simultánea.

Este contexto conlleva una demanda añadida para las familias y, en buena parte, para las mujeres, que son las que aún hoy por hoy se ocupan mayoritariamente de los cuidados de la familia. Cabe recordar que, según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), las mujeres invierten, de media, cuatro horas al día a tareas de cuidado, frente a las dos horas que dedican a ello los hombres. 

«El teletrabajo, en estos momentos, se da en unas condiciones extremas y difíciles de combinar que no son las habituales y, como consecuencia, conlleva una sobrecarga enorme», apunta Mayo Fuster. Por ello, la investigadora también avisa de los posibles riesgos: «Si esta situación dura mucho tiempo, afectará inevitablemente la salud de las personas que llevan a cabo el cuidado en estas condiciones y esto se debe conseguir evitar. Es muy importante saber cuidar a quien cuida».

Además, para esta investigadora, el teletrabajo desarrollado en tiempo de confinamiento, con estas condiciones adversas, comportará necesariamente una reducción de la productividad. Por eso cree que una solución viable podría ser la de acordar, colectivamente y con la intervención del Gobierno, otras medidas complementarias, como una reducción de la jornada o una disminución de la carga de trabajo a las personas que tienen que teletrabajar con cargas de cuidado. 

Las reivindicaciones de los trabajadores y las trabajadoras del hogar

Por otra parte, a raíz del inicio de la pandemia y la aprobación del estado de alarma, han surgido diferentes movimientos organizados dentro del colectivo de los trabajadores y las trabajadoras domésticos, uno de los grupos tradicionalmente más vulnerables, con el objetivo de organizarse y visibilizar su situación, tras no ser tenidos en cuenta en las primeras medidas adoptadas por el Gobierno para paliar la crisis del coronavirus. 

El colectivo, formado por unas 600.000 personas, de las cuales más del 90 % son mujeres, ha alzado la voz para reclamar sus derechos, y ha conseguido finalmente que se reconociera el derecho a un subsidio, tanto para los trabajadores y las trabajadoras despedidos como para aquellos a las que se les ha suspendido el contrato por la situación sanitaria. De todos modos, según apuntan las entidades representativas del colectivo, la medida resulta insuficiente para garantizar la protección de los trabajadores de este sector, teniendo en cuenta que, según las estadísticas oficiales, al menos 200.000 personas, un tercio del total, trabajan sin contrato laboral. 

Para hacer frente a esta situación, la Asociación Mujeres Migrantes Diversas ha abierto un espacio de donaciones para apoyar a las mujeres que se han quedado en una situación de desamparo respecto de las medidas del Gobierno. La iniciativa, que se ha impulsado bajo el lema «Cuida a quien te cuida», ha recaudado más de 18.000 euros para una caja de resistencia destinada a apoyar en los gastos de alquiler, manutención y traslado a aproximadamente 300 trabajadoras del hogar y los cuidados en los próximos dos meses.

Por otra parte, en los últimos días también se han puesto en marcha otras iniciativas como la que ha iniciado la entidad Trabajadoras No Domesticadas para ofrecer asesoría jurídica gratuita al colectivo mediante la plataforma en línea interdependientes.org

Incremento de la violencia de género como problema económico 

Otro elemento que debe tenerse en cuenta es el incremento exponencial de la violencia de género que está comportando el confinamiento. «Las mujeres no solo deben conciliar su vida laboral con una distribución desigual de los trabajos de cuidado, sino también con agresiones de todo tipo (físicas, psicológicas, económicas y sexuales) que sin duda son condicionadas por el modelo económico e impactan en la economía», apunta Fuster. Por ello, según la investigadora, el plan de choque de salida y de transformación económica a raíz de la crisis económica del coronavirus no puede dejar de lado esta violencia hacia las mujeres.

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