25/6/25 · Entrevista

«Para los buenos y los malos momentos de un emprendedor, es clave la cultura de empresa. A mí me ha salvado, nos ha unido como equipo»

Pepe Agell, emprendedor y Alumni UOC

Pepe Agell, graduado en Ciencias Empresariales por la Universitat Oberta de Catalunya (UOC) e ingeniero industrial por la Universitat Politècnica de Catalunya (UPC), ha desempeñado todos los papeles en el mundo del emprendimiento. Desde que una asignatura en un máster le abrió esa puerta, este catalán ha sido el primer empleado de una empresa emergente y el fundador y director general de otra en Silicon Valley, y actualmente, de nuevo en Barcelona, es inversor. Agell está convencido de que todos nacemos siendo emprendedores en potencia, y valora como clave la cultura de empresa y el equipo para sacar adelante uno de los trabajos más difíciles que conoce. De todo esto, de su recorrido, de los valores del emprendedor, de las claves para emprender y de hacia dónde va el futuro, habló con la Comisión de Coordinación Estratégica de la UOC el pasado mes de mayo. 

¿Cómo empieza el recorrido académico de este emprendedor?

Estudié Ingeniería Industrial en la UPC. Pero soy un poco desertor de la ingeniería: me gusta académicamente, pero siempre he sido más una persona de negocios y de crear equipos. Me dieron la oportunidad de hacer un plan de doble titulación en Ciencias Empresariales en la UOC. Cursé ambas titulaciones, una presencial y la otra en línea. Al acabar Industriales, me dieron una beca UNITECH, que me permitió irme a hacer un máster a Zúrich. Allí fue donde tuve mi primera asignatura de emprendimiento: fue la que me abrió la mirada hacia Silicon Valley. A finales de 2007, mi pareja y yo fuimos a Estados Unidos con una mano delante y otra detrás, sin visado ni trabajo, con la idea de empezar mi carrera profesional en el mundo de las empresas emergentes.

En el Pepe profesional de hoy, ¿queda algo de su paso por la UOC?

Tengo un recuerdo positivo. Me dio la sensación de que, si estiraba mucho, había mucho: materiales, recursos, artículos… Desarrolló mi voluntad. Aprobar no era difícil, sobre todo viniendo de donde venía. En aquel momento, me daba la sensación de que estudiaba cosas muy obvias en marketing –las cuatro P–, en recursos humanos –la gestión de la comunicación, etc.–, pero luego me he ido acordando de estos conceptos con la práctica. Hace falta haberlos estudiado. Hay que escucharlo porque te lo vas a encontrar. 
En mi caso, éramos un grupo en Industriales que hacíamos el doble grado, y recuerdo muchas conversaciones y debates en las prácticas que teníamos que entregar… A pesar de ser una experiencia virtual, en mi caso también tuvo un punto presencial. 

Primera parada una vez graduado, Estados Unidos. ¿Fue difícil?

Me fui al área de la bahía de San Francisco. Para mí, todo sucedió rápido: a principios de 2008 ya había encontrado trabajo como primer empleado de una empresa emergente fundada por europeos que tenía el equipo de desarrollo en Barcelona. Me puse a abrir negocio con el CEO en Estados Unidos, a buscar clientes e inversores. Fue una aventura increíble: me abrió puertas, creé mi red de contactos y, además, como fue una empresa que luego se vendió, gané algo de dinero con mis acciones. Viví el círculo entero. En Estados Unidos, sin importar el título o el cargo, todo el mundo tiene participación en la empresa. Es la mejor manera de alinear tu éxito personal con el de la compañía. Esta primera aventura duró dos años.

Con esa experiencia en la mochila, ¿te sentías preparado para el salto?

A Estados Unidos no fui solo, me fui con mi novia, María Alegre, que hoy es mi mujer. Todos estos inicios los hicimos juntos. Al llegar, ella entró en un pequeño estudio de juegos móviles. Eran los inicios de la App Store. Trabajando conoció a Sean Fannan, que se convertiría en nuestro socio. Esa empresa se vendió a Disney, hubo cambios en la manera de trabajar y los tres empezamos a dar vueltas a algunas ideas que teníamos en la cabeza. En 2011 iniciamos Chartboost, una plataforma publicitaria. Vimos la oportunidad: en ese momento, las aplicaciones empezaban a florecer, tenían millones de usuarios al mes… Piensa que antes no había tanta gente conectada a internet y, desde luego, no tanta tenía un iPhone. Cuando despegaba, la publicidad que necesitaban las aplicaciones estaba muy mal hecha, la experiencia de usuario era terrible, no había control ni se conocían los términos de relación entre anunciante y el que ponía el anuncio en su página, por ejemplo. Decidimos centrarnos en el mundo de los juegos, con anuncios muy bonitos que casi parecían recomendaciones de un usuario a otro. Cuidamos las cosas: nunca te tocaba el anuncio en medio de una partida, implantamos la transparencia de términos y la idea de que menos anuncios y bien puestos generan una mejor experiencia y eficiencia. 

En 2021, saliste de Chartboost. En una empresa emergente, diez años dan para mucho…

Hemos pasado por todo: encontramos un nicho de mercado muy rápido y pasamos de cero a cien millones en menos de tres años. Levantamos mucho capital, un fondo de los más importantes de Silicon Valley, Sequoia Capital. Hemos vivido el hipercrecimiento: nos expandimos internacionalmente abriendo oficinas en Barcelona, Tokio, Pekín o Ámsterdam, pero también hubo momentos de estancamiento y declive. Llegamos a ser 150 trabajadores, pero, en un momento dado, tuvimos que despedir el 40 % de los trabajadores. Un año antes de la pandemia empezamos de nuevo a crecer, volvimos a ser rentables. Además, la pandemia, en nuestro sector, ayudó. En 2021 salió la oportunidad de vender la compañía a la empresa de juegos Zynga, que era un cliente, una empresa top de juegos móviles. 

¿Qué entendías por ser emprendedor cuando estudiabas? ¿Y ahora? 

En aquel momento, sin haberlo vivido, me quedé con la parte creadora de esta aventura. Imagina el lienzo en blanco: algo que hoy no existe, existirá porque lo habrás hecho tú; no espero que me digan lo que tengo que hacer, yo lo determino y lo hago. La experiencia me ha enseñado que sí, que hay una parte creadora, pero también una parte ejecutora, muy importante, que requiere mucha resiliencia, y para la mayoría de las compañías esto es una maratón. Ahora soy más sensato: busco en el emprendedor esa capacidad de resiliencia o la de contratar, busco carisma y capacidad de liderazgo. 

¿Cómo te definirías como emprendedor?

Me gusta ejecutar. Soy un doer, un hacedor: me llena de energía. También el equipo me llena: en los momentos en que he tenido dudas –como diez mil al día–, necesito tirar del equipo y recibir su lealtad. Me gusta la parte de visión y de cliente. Soy una persona que escucha al cliente: soy mejor como emprendedor fuera de la oficina que dentro, estando en la necesidad, entendiendo e ideando la solución al problema real que tienen los clientes. 

¿Qué aprendiste de los buenos y los malos momentos en tus diez años de emprendedor?

En ambos momentos, un aprendizaje clave es la importancia de la cultura de empresa. Nos ha salvado de los momentos malos: nos ha unido como equipo. Cuando todo falla, es bueno saber que "ese es nuestro rumbo, no sabemos cómo llegaremos, pero lo solucionaremos". Hay muchas maneras de hacer cultura: algunas empresas tienen sus valores en una pared o en el coffee corner…, pero realmente vivirlos es otra cosa. Para mí, cultura es la manera en que se toman decisiones, en que se actúa…, algo que se respira. En los momentos buenos, he aprendido que, en la cultura, no todo tipo de talento encaja. Cuando eres la empresa que ha levantado fondos con Sequoia, a la que todo va bien, se te acerca mucha gente, es fácil contratar porque estás de moda. No todo encaja. 

El 2021 fue un año de cambios.

En mayo de 2021 vendimos Chartboost a la empresa de juegos Zynga. Fue una muy buena salida para la compañía. Mi mujer ya llevaba tres años apartada del día a día ejecutivo, y yo era el director general. Tras la montaña rusa de hacer crecer Chartboost durante diez años hasta su venta, estaba cansado y decidí tomarme un tiempo para mí y para mi familia. Teníamos tres hijos. El peso de la familia y las ganas de estar con ellos me ayudaron a tomar esta decisión. Además, a finales de 2021 decidimos mudarnos a Barcelona.

¿Lo lograste? Descansar…

Me lie pronto. Quería revertir en la sociedad española. Organicé una competición para que empresas emergentes españolas, con acompañamiento y mentorización, pudieran hacer su discurso ante inversores americanos. Lo hice sin ánimo de lucro. Fue un exitazo: ¡hasta Pau Gasol nos inauguró el evento! Para tirarlo adelante, contacté con Mar Hershenson, una barcelonesa que lleva en Silicon Valley mucho tiempo y con quien tenía muy buena relación. Mar es inversora y fundadora de un fondo, Pear VC, donde he acabado trabajando. Me sedujo para unirme al equipo y no hubo descanso… Soy el único socio que reside fuera de Estados Unidos: busco oportunidades en Europa y dedico mucho tiempo a apoyar a los fundadores de nuestro portafolio. 

Ahora sí cerraste el círculo del mundo del emprendimiento.

Ahora soy inversor. Invierto en empresas emergentes de nueva generación en una ronda de capital presemilla y semilla. Invertimos en software, pero de forma generalista: aplicaciones a consumidor final, be to be, hemos hecho de cripto o biotech, muy transversales.

¿Qué cinco talentos debería tener un emprendedor o emprendedora para que invirtieras en su proyecto?

Els inversors tenim el privilegi de somiar: invertim en el llarg termini, tenim la capacitat no de predir el futur, però sí d'invertir en coses que seran en el nostre futur… És increïble!

  • El primer talento que valoro es la curiosidad y mucha consciencia del mercado en el que estás. 
  • Para mí, emprender es el trabajo más difícil que hay. El segundo talento es que sea muy atrevida: que se sienta cómoda en el riesgo y la incertidumbre.

  • El tercer talento es que tenga gran confianza en sí misma y en el equipo. Lo que va a hacer es muy difícil, pero además mucha gente le va a decir que no o que lo que hace no merece la pena. La van a rechazar.

  • Carisma, liderazgo y capacidad de escucha para atraer y retener talento.

  • La capacidad de adaptación y la resiliencia son extremadamente importantes.

Eres inversor en primera ronda. ¿Qué consejo darías a un emprendedor en ese momento?

Para mí, el relato de marca, cómo cuentas tu historia, es crítico. Hay que seducir a la gente. Es un conocimiento que trabajamos poco. Es importante al buscar inversión, pero también al contratar.

Aun así, a veces las piezas no encajan. No eres lo que buscan. No es el momento.

Prepárate para el rechazo, que no significa fracaso. Yo sentía mucho respecto hacia el inversor: no hay que despreciarlo, pero hay un desequilibrio que no me gusta. Parece que quien tiene la pasta tiene el poder: yo animo al emprendedor a no dejarse deslumbrar por el hecho de que el inversor tiene el dinero. Piensa: esto va a ser una relación de largo recorrido, es muy importante pensar con qué inversores te apetece construir el proyecto porque tienen la experiencia en el mercado, porque te gusta cómo son capaces de crear la relación o por las preguntas que te hacen. No te deslumbres porque vayas detrás del dinero, y piensa quiénes son los mejores compañeros de viaje.

¿El emprendedor nace o se hace?

Richard Branson lo dice muy bien: todo el mundo nace emprendedor y todo el mundo tiene ese potencial, pero no todo el mundo tiene la oportunidad de serlo. Creo, aunque suene romántico, que hay una serie de aptitudes que son muy importantes, y seguramente se pueden trabajar. De hecho, en la charla que tuve con la Comisión Estratégica de la UOC, lo comenté. Es cierto que hay datos que dicen que un 42 % de los emprendedores tuvieron un negocio de pequeños, parece que hay algo genético, pero nosotros lo que vemos es que se pueden crear entornos que permitan desarrollar actitudes que te van a hacer un buen emprendedor o te van a permitir multiplicar tus posibilidades de éxito. Se puede hacer un emprendedor.

¿En las escuelas y las universidades europeas se hacen emprendedores?

Creo que nos falta recorrido, aunque evidentemente no estoy tan metido en la vida académica. Hay asignaturas que trabajan el emprendimiento, se estudian casos…, sobre todo en algunas escuelas de negocios. Pero al final, si lo comparas con universidades americanas donde he estado…, en Europa queda camino por andar: sobre todo, de conectarnos con fundadores, de acercarnos a inversores, de hacer más hacedores, equilibrar entre pensadores y hacedores.

¿Diferencias entre el emprendedor estadounidense y el europeo que empieza?

El emprendedor europeo suele ser más mayor, tiene más experiencia profesional, quizás perder el miedo al riesgo es más fácil cuando ya tienes tu red de contactos o ya has hecho cosas… El emprendedor americano piensa más en grande: hay un tema de actitud, pero también de tamaño de mercado. 

Te has puesto al otro lado de la mesa. ¿Sueñas con volver a ser emprendedor?

El gusanillo siempre está. Tengo ganas de volver a esa ambición, y, sobre todo, hay una parte importante que tiene que ver con sentir que aquello es mérito tuyo y que puede tener mucho impacto. Siendo inversor, por mucho que ayudes, eres una extensión del equipo: el éxito es suyo. Cuando eres emprendedor, el producto es tu tecnología, lo que hagas… Cuando eres inversor, el producto eres tú, como un abogado o un consultor. Es una dinámica distinta: no sé si me gusta ser siempre el producto. No hay mejor sensación que tu producto lo utilicen en todo el mundo. Para mí esto no tiene precio. Lo echo de menos.

¿Hacia dónde va ese futuro que los inversores queréis ayudar a construir?

El mundo es complejo y es fácil tener miedo, porque todo va tan rápido… Si no ponemos un poco de consciencia, podemos acabar arrepintiéndonos. Me parece que hay una gran oportunidad para que el ser humano deje de hacer cosas que no añaden valor, cosas que las máquinas van a hacer mucho mejor. Tenemos potencial para reinventarnos, focalizarnos y volver al pensamiento y al humanismo, y hacerlo con consciencia sostenible y ecofriendly.

Creo en la IA para mejorar el mundo. Primero se usó como acompañante para hacer mejor las cosas, de ahí hemos pasado a reemplazarnos y a que la IA haga el propio trabajo… Parecía que la frontera era el trabajo emocional y estratégico, pero esa frontera es cada vez más difusa. Hoy en día, alguien que padezca ansiedad, depresión o cualquier otro problema de salud mental, puede acudir a la IA y que, cuando su terapeuta no esté disponible, le proporcione acompañamiento. Todas estas innovaciones las veo como una oportunidad, me encanta su potencial, pero me dan cierto vértigo. A mis hijos les digo a menudo que sus trabajos de mayores aún no están inventados.